Archivos mensuales: octubre 2012

¿Qué alimentos y bebidas manchan tus dientes y cuáles los benefician?

A cualquier persona le gusta que sus dientes estén blancos y relucientes. Para ello es básica una buena higiene dental. Sin embargo no todo el mundo sabe que también hay algunos alimentos y bebidas que contribuyen a manchar la dentadura y generar caries y otros que ayudan a tenerla más limpia y dificultar su manchado.

En este caso, la máxima ‘somos lo que comemos’ cobra sentido ya que en muchos casos el estado estético de los dientes de muchas personas tiene su origen en la composición de los alimentos y bebidas que ingiere. Las bebidas son las que más daño ocasionan primero porque su ingesta es superior en volumen a los alimentos y segundo porque su estado líquido les permiten aprovechar la porosidad del esmalte y calar más.

En cualquier caso, no se trata de censurar la ingesta de este tipo de alimentos-bebidas sino que los lectores sean conscientes de sus consecuencias por lo que se recomienda un consumo moderado (si se quiere mantener un buen color de dentadura) y siempre es recomendable realizar un buen cepillado con dentífrico y enjuague bucal tras la ingesta de estos productos para así reducir su presencia y contacto y por lo tanto el impacto dañino sobre el esmalte. Tampoco hay que olvidar que la afectación de estos productos sobre el esmalte también puede ser distinta en cada individuo dado que hay personas que por cuestiones puramente genéticas tienen mejor esmalte que otras.

Los que los manchan:

Vino:

Tanto el tinto como el blanco hacen del vino uno de los grandes enemigos de los dientes blancos. El tinto es sin duda el que más daño ocasiona a la estética de la dentadura dada su composición. La ataca por tres vías por su acidez así como por la presencia de taninos y cromógenos. Con un consumo periódico, estas tres sustancias unidas son capaces de oscurecer y transformar unos relucientes dientes blancos en unos con un ligero tono púrpura.

Café:

Esta bebida de uso generalizado en la población es una de las que más daño ocasiona a la coloración natural de los dientes. Ello se debe a su alta concentración de cromógenos.

Refrescos, gaseosas, bebidas azucaradas y energéticas:

Su alto contenido en azúcares los convierte en un claro enemigo de los dientes en su caso además de mancharlos contribuye a generar caries. A su vez diversos estudios también han desmostrado el peligro para el esmalte de las denominadas bebidas energéticas que consumen los deportistas y los jóvenes. El problema de éstas reside en su alto contenido en ácidos que ocasionan severos daños al esmalte.

Té:

Los taninos están muy presentes en esta bebida lo que contribuye a tintar la dentadura. La variedad más dañina es el té negro. En su caso les dan un toque amarillento. Las variedades más dañinas son el té negro y el rojo. En su caso les dan un toque amarillento.

Frutas y verduras de color intenso:

En este grupo encontramos los arándanos, las moras, las cerezas y verduras como la remolacha. En su caso, el problema reside en su potente pigmento que se adhiere a la pieza dental y es capaz de mancharla. También la acidez de los cítricos puede pasar factura.

Salsa de soja y vinagre:

Salsas de fuerte coloración como es el caso de la de soja (compuesta de agentes decolorantes) o el vinagre de Módena también son capaces de calar en el esmalte y generar manchas.

Caramelos:

Su presencia en esta lista de enemigos del esmalte y de los dientes es más que obvia. La alta cantidad de colorantes y de azúcares que suelen presentar ocasiona tanto daños en la coloración de cualquier dentadura como un alto riesgo de caries.

Colutorios con clorhexidina:

No son alimentos pero hay colutorios que contienen clorexidina, un elemento indicado para las inflamaciones de las encías y tras las cirugías y que usado de forma continua puede manchar los dientes.

Tabaco:

Tampoco es un alimento pero sí pasa por nuestra cavidad oral  y es uno de los grandes responsables de las manchas sobre la dentadura. El tabaco y m´s concretamente su nicotina ocasiona graves daños al esmalte dental.

Los aliados de una sonrisa blanca:

Frutas y verduras:

Aquí la estrella es sin duda la manzana pero en líneas generales podemos decir que las más beneficiosas son aquellas que presentan una textura fuerte y fibrosa. Estas condiciones fomentan la limpieza de la dentadura durante su masticado al tiempo favorecen la segregación de saliva, un elemento básico para neutralizar los ácidos perjudiciales para el esmalte y reducir el riesgo de caries. Así además de la manzana podemos citar como aliados de una sonrisa reluciente las zanahorias, el apio, las espinacas, la coliflor y las judías verdes.

Lácteos:

En este grupo entra la leche y sus derivados. quesos, yogurt, etc Y es que el ácido láctico también contribuye a la segregación de la saliva además el calcio ayuda a mejorar el estado de los dientes.

El origen del cepillo de dientes

Hoy en día en la práctica totalidad de las casas hay al menos un cepillo de dientes por persona, sin embargo y aunque pensemos que es algo común desde hace siglos, la realidad es que la universalización del uso del cepillo de dientes no tiene tantos años como el invento. Y es que aunque se pueda creer lo contrario el cepillo de dientes lleva ya muchos con nosotros. Eso sí, el más similar al de nuestros días apareció en 1938 (cepillo de nailon) como una evolución del creado originalmente en la corte imperial de China en 1498.

Diversas investigaciones indican que aunque previamente se utilizaban rudimentarios utensilios (palos masticables, ramas de areca, etc) para limpiar los dientes, el cepillo, prácticamente, como lo conocemos hoy en día surgió en el siglo XV, concretamente en China en 1498. El invento ‘imperial’ consistía en un mango de hueso al que se le habían cosido cerdas (extraídas de cerdos originarios de zonas frías ya que están eran más duras). Los mercaderes y las rutas comerciales hicieron llegar el ‘invento’ a Europa pero la extrema dureza de las cerdas jugaba en su contra y provocaba rechazo. Por ello, en el viejo continente no se llegaron a usar hasta el siglo XVII. Eso sí, con otro tipo de pelos más blandos como es el caso de los de caballo. Sin embargo, seguía siendo un producto reservado para reyes y clases altas ya que su coste era demasiado elevado.

El cepillo con cerdas artificiales como hoy lo conocemos no llegaría hasta bien entrado el siglo XX. Concretamente en 1938 cuando con el desarrollo del nailon se aplicó esta tecnología a los cepillos de dientes descartando así las cerdas de origen animal. Y es que desde el punto de vista de la higiene y la transmisión de bacterias estas presentaban problemas. Así lo puso de manifiesto Louis Pasteur con sus descubrimientos en el XIX. Gracias a sus investigaciones los odontólogos fueron conscientes de que dado que las cerdas animales se mantenían húmedas ello podía favorecer la aparición de bacterias y hongos microscópicos. A su vez, la dureza de las cerdas generaba más heridas por lo que el contagio y transmisión de las bacterias era más que factible. Así y como propugnaba Pasteur, la solución pasaba por la esterilización con agua hirviendo. Sin embargo, este proceso acababa ablandando en exceso y de forma permanente las cerdas de origen animal por lo que el cepillo quedada inservible a corto plazo.

 

En 1930 se descubrió el nailon y ocho años después se creó el primer cepillo de dientes con este material. Era el ‘Dr. West’s Miracle Tuft Toothbrush’. El nuevo cepillo de nailon presentaba múltiples ventajas. En primer lugar se secaba rápidamente con lo que se subsanaba el problema de la aparición de bacterias por humedad y con ello el riesgo de infección pero al mismo tiempo el nuevo material hacía que el cepillo fuese duro y flexible a la vez con lo que su uso era más agradable y efectivo.  Sin embargo, al principio su tacto era demasiado duro y en ocasiones ocasionaba heridas hasta que en 1950 consiguieron un cepillo más blando. Era el cepillo Park Avenue que cuadriplicaba el precio del original. Posteriormente en 1961 llegaría el primer cepillo eléctrico (broxodent). Y desde ahí hasta ahora este útil invento no ha sufrido grandes variaciones salvo mejoras de diseño y múltiples posibilidades de productos.

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